El negacionismo es una de las costumbres más nocivas del relato de la clase dominante, porque impide entender en toda la dimensión la historia. Aunque lo nieguen, el conflicto de Malvinas y sus protagonistas están enmarcados en las atrocidades de la dictadura militar.
Sin embargo, quienes pusieron el cuerpo y el alma para recuperar aquellas tierras, aseguran que las cosas fueron de otra manera. Y, como dice la canción: “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia. La verdadera historia. ¡Quién quiera oír que oiga!”.
Joel Báez es oriundo de Lavalle, Corrientes. Criado en el campo y con un amor infinito por la patria y su suelo, fue convocado a realizar la colimba en el regimiento de infantería N°4 de Monte Caseros.
Joel Báez junto al 4 de Infantería pisaron suelo malvinense el 24 de abril. Pradera del Ganso fue el lugar destinado para su establecimiento. “Nuestro trabajo era cubrir el Monte Harriet, lugar con montañas muy altas que nos permitían ver el estrecho de San Carlos en todo su esplendor. Cabe destacar que el primer conflicto no nace en Gran Malvina, sino en las Georgias del Sur, allí pierde la vida Mario Almonacid el 3 de abril de 1982, después de combatir con un batallón de Royal Marines”.
Como consecuencia de la guerra, volvió con una afección llamada “pie de trinchera”, una especie de lesiones que afectan los pies cuando están expuestos por tiempo prolongado a la humedad y el frío.
“Fui internado en Campo de Mayo, en los galpones de la Escuela Sargento Cabral. Ahí estábamos internados todos los que teníamos pie de trinchera post traumático y otros problemas de salud. Y del otro lado de la escuela, de la que nos dividía un alambre nada más, estaban internados los heridos. Ahí empezó la divisoria para que no nos juntáramos, menos para hablar con la prensa o con el pueblo. La gente bramaba alrededor del hospital para ver quiénes eran los soldados que se habían salvado”, recordó Báez.
Y fue por aquel entonces que comenzó a hablarse de un proceso llamado “desmalvinización”. El concepto, apareció luego de la guerra, instituido por el politólogo francés Alain Rouquié, en una entrevista que le realizó Osvaldo Soriano para la revista Humor, en marzo de 1983:
“(...) quienes no quieren que las Fuerzas Armadas vuelvan al poder, tienen que dedicarse a “desmalvinizar” la vida argentina (...) Porque para los militares, las Malvinas siempre serán la oportunidad de recordar su existencia, su función y, un día, de rehabilitarse. Intentarán hacer olvidar la ‘guerra sucia’ contra la subversión y harán saber que ellos tuvieron una función evidente y manifiesta que es la defensa de la soberanía nacional (…)”.
“Tras su manto de neblina, no las hemos de olvidar. Las Malvinas, argentinas. Clama el viento y ruge el mar” rezaba la marcha. Sin embargo, había que intentar sacarlas de la memoria colectiva, ya que el hecho de que la guerra fuera vista como un hecho mínimamente justificable, en el marco de una incipiente “primavera de los pueblos”, y un recién acabado gobierno de facto, podía empoderar a las Fuerzas Armadas y revitalizarlas para un nuevo intento de toma del poder.
Para Joel, el proceso de “delete” de Malvinas, comenzó cuando dividieron a la sociedad argentina en cuatro facciones: “Los soldados que combatimos y dimos todo; los compañeros que entregaron su vida en el campo de batalla y sus familiares; lo compadres que hicieron toda la parte logística y estaban dispuestos para cruzar; y, por último, el pueblo argentino que siempre se banca todo”.
El ex combatiente explicó que, “en Argentina, sucedieron un montón de cosas después -de la guerra-. Nos mezclaron con la situación de los gobiernos del proceso militar, con la que nosotros nada teníamos que ver. Después, hubo un levantamiento que reclamaba por el desarme del Ejército Nacional, con el que tampoco estábamos relacionados. Nos etiquetaban para sacarse el lazo de encima y hacer más profunda la desmalvinización. Inclusive, dijeron que nosotros éramos ‘carapintadas’, y tampoco teníamos nada que ver”.
“Éramos los soldados que habían dado todo por este país. Simplemente, nos poníamos la chaquetilla para que identificaran que nosotros, éramos los que habíamos combatido por la bandera, por la Patria y por la identidad de todos los argentinos” sentenció Baez.
Joel recuerda que cuando lo reincorporaron al ejército, luego de la toma del 2 de abril, lo dieron de alta con el grado de “cabo de reserva”. “Fui de auxiliar del cabo en la 2da. Sección de tiradores del Batallón N° 4 de Infantería, ya que era muy bueno en tiro”, relató.
Su grupo, fue destinado a Monte Harriet, al este de la Isla Soledad. Primero estuvieron en Pradera de Ganso y luego los movieron a Dos Hermanos porque había “una altura superior para el control de todas las tropas que podían avanzar y tenían muy buenas posiciones de tiro”.
“Mi espíritu siempre estuvo a disposición de mi país, los correntinos nos caracterizamos por no dudar a la hora de entregar la vida por nuestra tierra. Recuerdo que partimos dos regimientos muy grandes de esta parte del país, el 4 y el R.I 12. Tuvimos muchas bajas ya que nos tocó librar batallas muy sangrientas. El 12 estuvo en Darwin y nosotros en Monte Harriet y Dos Hermanas, esto al ser el paragolpes a Puerto Argentino, las luchas fueron encarnizadas”, sostuvo Báez.
La hermanda del Pozo
Si bien “ocurrieron distintas situaciones con muchos heridos en la línea de fuego”, una de las que más recuerda el veterano de guerra, es la que ocurrió con “el Mencho” (José Insaurralde), que era tirador. “Nos criamos juntos en Corrientes. Compartimos la primaria y nos tocó la situación de rencontrarnos en Malvinas, era mi compañero de pozo”, contó al Semanario NOBA.
El 6 de junio, a las cuatro de la tarde, ocurrió una tragedia. Ante el inminente avance inglés, “el jefe de la sección dio la orden de repliegue para tomar más altura y abrir con más eficacia la línea de fuego”.
Baez, recordó: “El Mencho”, cayó herido, mutilado con 113 esquiarlas en su cuerpo. Me gritó que no lo abandonara, que éramos compañeros. Y desobedeciendo la orden del subteniente a cargo, volví a buscarlo. Había francotiradores en el frente y no podía moverme. Logré arrastrarlo detrás de una piedra, le apliqué morfina y recién al otro día, a las ocho de la mañana, pudieron rescatarnos”.
“Taparon muchos de los hechos heroicos de los soldados de Malvinas. El enemigo dice que se sorprendió de la valentía del soldado argentino. El General Moore escribió en su libro “No Picnic” que “los soldados argentinos se prendían como abrojos en el campo de batalla”, señaló el veterano.
Y continuó: “Esa noche en la que me quedé con mi compañero muy mal herido, él, solo me decía que le arrimara el fusil y más cargadores porque por ese lugar, no tenían que pasar los ingleses. Ese, era el espíritu del soldado argentino del que nunca se habló”.
“Nos hicieron quedar como ‘pobrecitos’ que teníamos hambre. Con semejante bombardeo de lo que menos nos acordábamos era del hambre y el frio. Solamente nos encomendábamos a las manos de Dios y lo único que queríamos era cumplir nuestra misión. Porque nosotros fuimos con una misión, la de levantar la identidad de los argentinos de un yugo que venía de años pisoteado y seguimos siendo pisoteados por ese mismo imperio”.
“No tuve más noticias de mi amigo hasta el 84, cuando me lo cruzo en mi pueblo, pensé que no había podido sobrevivir, las fuerzas armadas lo habían dado como soldado desaparecido. La alegría de ese reencuentro me atraviesa hasta estos días, al ‘Mencho’ me lo traje a Rosario y pudo ingresar a trabajar a Aguas Santafesinas, empleo que conserva hasta estos días.
Nunca más quiso hablar de la guerra, nunca más quiso recordar Malvinas”.
Joel Baez es actualmente el presidente del Centro de Jubilados y Pensionados excombatientes de Malvinas en la provincia de Santa Fe. Lucha diariamente por el reconocimiento de todos los hombres que lucharon por recuperar la soberanía de las islas Malvinas. Uno de sus lemas es: “No hace falta usar un fusil para defender a la patria. Trabajado y estudiando, también se la defiende”.-
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