En el día de las maestras, por esas novias primeras

Por Luis Simonetti.

Un día especial hoy. Un día que obligatoriamente me lleva al pasado, ya tan lejano y tan ansiado. Ese pasado que muchas veces deseamos que regrese y nos traiga al presente tanto sentimiento guardado. Y de tumbo en tumba voy caminando la historia y vuelvo a mi querida y jamás olvidada escuela Agrícola Salesiana de Campodónico, perdida en la pampa sureña, donde el director y maestro junto a mi querida "Seño Esther" sacaban los mas sentido del hombre adentro. Me hundo en los recuerdos que me llevan a ese patio de escuela donde cada mañana el tañir de la campana nos sorprendía formados en hileras frente a nuestra bandera que lentamente subía hacia el Cielo. Ver a nuestros compañeritos “externos” llegar en sus caballos, tal vez en un petiso moro y un zaino viejo, de andares distintos y en mansedumbre parejos. Los guardapolvitos blancos y la inocencia se mantenían unidas, inseparables. No tenían diferencia. Esa primera introducción al asombro y al obtener "conocencia", todo amalgamado con el blanco de la inocencia. Me parece escuchar el trote manso de algún nochero o el galope corto de una vieja yegua remolona, que relinchando bajito anunciaba su llegada tardía mezclado con la visión de esos galpones viejos de un ferrocarril ya muerto, "socios" casi fundamentales en esas escuelas rurales. Algunos sulkys y charreses arrastrados por mansas yeguas. Me parece ver algún que otro compañerito "externo" que llegando de a pie se juntaba con nosotros, pupilos de inocencias, recorriendo varias leguas. Con el saber en capullos lerdeando pero sin tregua. Y la inolvidable luz de esos ojos mansos de la maestra, nuestras novias primeras. Y eso de izar la bandera. Si éramos como espigas de tiempo blanco ensiladas en hilera. Esas maestras de pecho henchido con el celeste y blanco. De miradas de amaneceres largos y atardecer de primavera. Y así fuimos creciendo en ideales. San Martín, Rosas, Belgrano, Sarmiento eran nuestros héroes nativos. ¿Quién hubiera osado acaso jugar a ser otros, de otros pagos? Lluvias, atardeceres, amaneceres de crudos inviernos, todo era lo mismo para llegar a izar la bandera a veces entre manitos heladas y mocos surcando labios que desaparecían en lenguetazos como al descuido para que nadie nos viera. Y ni se ocurra faltar. Era un sacrilegio. ¿Dejar sola a la maestra? Ni pensar. Esa querida escuela era como mi rancho. Así, de puertas abiertas. Y cantábamos el Himno, o Aurora, siempre mirando a la bandera, como un pedazo de cielo hija de la escarapela. Que lindo es poder en este día manear el pensamiento con esos recuerdos de la pampa donde los sueños dan vuelta y se alejan. Mi humilde homenaje a las maestras rurales, a las escuelas de fronteras, esas desconocidas heroínas, conquistadoras de quimeras, que nunca nos hicieron faltar un beso en la frente, ni en los pechos, escarapelas. De tierras, de "conocencia", de esas auroras viajeras. Hoy se me nublan los ojos de recuerdos, por esa “novia primera...”.
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