La Patria sin números
Hoy el Estado no tiene capacidad, ni desea enterarse o informar sobre el país.
La falta de estadísticas y datos sobre diferentes áreas, como economía, producción, desarrollo e infraestructura, entre otros rubros, forman parte de la deuda interna. Por esta carencia, todos miran al Estado que tiene la responsabilidad de colectar, mensurar y almacenar datos generales de la población. Sin embargo la actividad privada tiene la misma carencia. El INDEC, que siempre fue sospechado de “dibujar” en estos momentos, se encuentra inocuo porque ha cesado en la investigación; un instrumento político anulado.
Hoy el Estado no tiene capacidad, ni desea enterarse o informar sobre el país. Sin cifras no se puede hacer un diagnóstico certero, y sin diagnóstico no se pueden diseñar políticas.
No estamos hablando de los datos generales que se colectan cada década en los censos. Estamos hablando de las particularidades y los rasgos identitarios y sociales de cada una de las regiones y ciudades del país. Estamos hablando de proyecciones reales que deben contrastar con este vacío estadístico, particularmente grave en la era de mayor desarrollo tecnológico e informático de la historia. Se lo podría llamar el "default silencioso": una lacerante deuda del país consigo mismo, que corroe su organización y posibilidades de desarrollo.
Ante esta orfandad, investigadores y analistas han desarrollado el arte de buscar información en fuentes alternativas como las cámaras empresarias, que colectan y dibujan los números de acuerdo a sus intereses. Pero aun así suele pasar que no se encuentra nada, o nada fidedigno y veraz. Si alguien quiere saber, por ejemplo, qué número de empresas hay en el país, se quedará con la duda.
En cualquier ámbito o sector que se ausculte, desde la economía y la salud hasta la educación y la inseguridad, la falta de información alcanza proporciones asombrosas. Estudiosos y funcionarios advierten que este fenómeno genera falta de transparencia, favorece la corrupción y, sobre todo, dificulta la toma de decisiones.
La cultura del ocultamiento y el misterio no pertenecen a ningún signo político, forma parte de una práctica de una clase dirigente que es incapaz de enfrentar la realidad de la mirada científica, pero es capaz de mentir desaforadamente en las campañas electorales.
[b]Los datos perdidos[/b]
Para conocer el estado de salud, alimentación y desarrollo de las mujeres jóvenes a principios del siglo XX, se colectaban datos de la primera maternidad en los hospitales públicos. Por aquellos tiempos las mujeres parían su primer hijo entre los 15 y 23 años. Esto cambio sustancialmente. En la actualidad la mujeres han retrasado la maternidad. Hoy una estadística escalofriante nos dice que cada 30 horas asesinan a una mujer. (Fuente la Casa del Encuentro).
Mientras que para conocer las estadísticas de los varones se obtenían de las fichas del Servicio Militar Obligatorio. Es así que con estas dos fuentes el Estado se mantenía Informado.
Otra de las carencias es la falta de números certeros de la explotación infantil y del trabajo en negro. Y también se desconoce, aunque el Estado tiene obligaciones de colectar información, el ingreso y egreso de inmigrantes, y mucho menos quienes son los que los hacen trabajar ilegalmente. Una deuda interna que, a diferencia de los festejos y las fiestas, no tiene fin.