El trazo de Diego Domínguez se complementa con una paleta de colores que exaltan los rictus y los detalles, es un impresionismo rústico, a veces brutal como la guerra o sutiles como un gesto en un retrato que nos interpela con los ojos cerrados. ¿Será que no quiere ver la cotidianeidad del siglo XXI? ?¿ habrá muerto de tristeza y o de aburrimiento o le cortaron Netflix?
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